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Volkswagen Escarabajo, el primer automóvil en circular con éxito por la Antártida

Circular por el continente más inhóspito y frío del planeta tierra ha sido un verdadero desafío para los distintos fabricantes de automóviles, pero Volkswagen pasó a la historia por ser los primeros en lograr esta hazaña con éxito, aunque hubo intentos anteriores.

Mucho han cambiado las cosas en el continente antártico desde las primeras expediciones al gélido territorio en el siglo XIX y la actualidad, pues ahora residen entre 1.000 y 5.000 personas, dependiendo de la época del año, y que principalmente desarrollan allí una labor científica y de investigación. 

Uno de los capítulos más interesantes de este lugar al que muy pocos tienen el privilegio y la suerte de llegar se desarrolló durante el siglo XX, coincidiendo con la evolución técnica del automóvil hubo diversas propuestas para circular con un coche por la Antártida. 

1907: PRIMER INTENTO 

Para aquel momento el automóvil era un invento que apenas tenía veinte años, y a nivel mecánico seguían siendo muy rudimentarios y en muchas ocasiones, poco fiables. Aún quedaban unos años para que el sueño de Henry Ford para democratizar el coche para las masas, pero ya para 1907 se hizo el primer intento de llevar un vehículo al continente situado más al sur del planeta. 

Cabe recordar que para aquel momento pocas expediciones humanas en este territorio, pues las temperaturas mínimas podían alcanzar los –80 grados centígrados, y para todos aquellos que alguna vez han tenido que arrancar un coche en frío, pueden hacerse a la idea del desafío que supondría llevar un coche para allá en aquellos años. 

El vehículo elegido fue un Aroll-Johnston de 1907, fabricado en Escocia y que el explorador Ernest Shackleton llevaría al Polo Sur en una expedición británica. En aquel momento una de las mejores maneras que tenían los fabricantes de coches de publicitar sus productos era mediante grandes hazañas que serían publicadas en la prensa, por lo que desde Aroll-Johnston decidieron regalar el automóvil para esta aventura.

Algunas de las características que hacían especial a este coche era que su mecánica era refrigerada por aire, y que empleaba alcohol como combustible. El coche no estaba preparado en absoluto para el terreno y las condiciones polares, equipando neumáticos normales, por lo que se atascaba constantemente en la nieve y el hielo, y sorprendentemente se llegó a sobrecalentar en un par de ocasiones, por lo que la expedición se realizó casi totalmente a pie. 

1929: SEGUNDO INTENTO 

Coincidiendo con el segundo viaje de Wilkins y Hearst al continente antártico se volvió de nuevo a llevar un automóvil a este territorio. El coche en cuestión era un diminuto Austin Seven, que se modificó para llevar ocho ruedas cubiertas de cadenas, cuatro por cada eje, y se le eliminó el parabrisas. Se desconocen más detalles del papel del coche en esta misión. 

1940: TERCER INTENTO 

Es en esta parte de la historia cuando los estadounidenses entran en acción, con el Antartic Snow Cruiser, un vehículo gigantesco de 37 toneladas, con un avión en el techo, que era en esencia un refugio sobre ruedas y pensado específicamente para rodar con soltura hasta el Polo Sur. 

Sus gigantescas ruedas unidas a una suspensión hidráulica estaban pensadas para sortear los peores obstáculos que el vehículo se pudiese encontrar por el camino. El Snow Cruiser era híbrido, contaba con motores diésel de 150 CV que servían para generar electricidad para impulsar los motores eléctricos que había en cada rueda.

Pese a que este medio de transporte llevaba desarrollándose desde 1937, el diseño final y su construcción se llevó a cabo en seis meses en 1939, por lo que apenas hubo tiempo para probarlo lo suficiente antes de su viaje a la Antártida. Ya desde el viaje rodando desde Chicago hasta el puerto en Boston el vehículo sufrió problemas ocasionados por lluvias torrenciales. 

El Snow Cruiser ya había tenido problemas mientras circulaba por las carreteras de Estados Unidos, pero una vez llegó a pisar la nieve por primera vez, en enero de 1940, las dificultades se multiplicaron, empezando por los neumáticos, que eran completamente lisos y que hacía que moverse solo unos centímetros fuese todo un logro. 

Debido a su desafortunada distribución de pesos, el vehículo era más eficiente marcha atrás, por lo que llegó a recorrer 148 kilómetros así, hasta que el equipo a cargo del Snow Cruiser se dio por vencido y decidieron utilizarlo como una base estacionaria. Tras la expedición se le perdió la pista, sin que nadie lo haya visto durante más de medio siglo. 

VOLKSWAGEN, PIENSA EN PEQUEÑO 

Aprovechando el que quizá sea el eslogan publicitario más popular de la marca llegamos hasta los años sesenta, momento en el que los australianos deciden que van a realizar su propia exploración antártica, y que van a emplear coches en esta misión. 

Entre todas las elecciones posibles, Roy McMahon, quien lideraba la expedición, se dirigió a Volkswagen para adquirir uno de sus coches, una decisión que puede sorprender sabiendo que ya existían coches todoterreno.

El coche que la marca entregó era de un llamativo color rojo, que lo haría destacar entre los blancos y gélidos paisajes de la Antártida, motivos por los que se apodó a este Escarabajo como el “Terror Rojo”. Lo más llamativo de todo esto es que el coche logró moverse con gran soltura sin apenas modificaciones, más allá de unos neumáticos de invierno y pequeñas mejoras al motor comunes a las aplicadas en los Volkswagen vendidos en el norte de Europa. 

Algunas de las ventajas que suponía el Volkswagen este complicado territorio era su mecánica refrigerada por aire, lo que significaba que no había líquido refrigerante que se pudiese congelar. También ayudaba su peso tan ligero que hacía que se moviese por la nieve sin quedarse atascado. 

El “Terror Rojologró circular por el continente durante un año sin apenas mantenimiento, cuando fue sustituido por otro Escarabajo, esta vez de color naranja, que recibió la matrícula “Antartica 2”, pues el número uno ya lo había llevado el pionero.

Como curiosidad cuando el Volkswagen rojo regresó a Australia participó en el Rally BP Australia de 1964, y no satisfecho con haber conquistado la Antártida quedó primero en dicha competición, un coche admirable que por desgracia no ha sobrevivido hasta nuestros días, aunque el hijo del dueño ha construido una réplica a modo de homenaje y continuar el legado del “Terror Rojo”. 

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Escrito por Javillac

Esto de los coches le viene a uno desde niño. Cuando otros críos preferían la bicicleta o el balón yo me quedaba con los cochecitos de juguete.
Recuerdo aún como si fuese ayer un día en el que nos adelantó un 1500 negro por la A2, o la primera vez que vi un Citroën DS aparcado en la calle, los paragolpes cromados siempre me han gustado.

En general me gustan las cosas anteriores a la época en la que yo nací (hay quien dice que estoy reencarnado), y en el top de esa lista están los coches, que junto a la música, hacen la combinación ideal para un rato perfecto: conducción y una banda sonora acorde al coche correspondiente.

En cuanto automóviles me gustan los clásicos de cualquier nacionalidad y época, pero como mi debilidad están los coches americanos de los 50, con sus exageradas formas y dimensiones, razón por la que mucha gente me conoce como "Javillac".

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