Para mediados de los años setenta Volvo no estaba pasando por su mejor momento. De hecho, al igual que otros fabricantes atravesaba un complejo trance financiero debido a los efectos de la Crisis del Petróleo. Asimismo, los costes de producción en Suecia marcaban un precio cada vez mayor para los modelos su gama. Tanto así que apenas salía rentable exportarlos a otos mercados donde, además, se había de sumar el sobrecoste producido por las tasas de aduana.
Así las cosas, lo cierto es que Volvo necesitaba un verdadero revulsivo de cara a la década siguiente. Sin embargo, no todo era malo en este contexto. Para empezar, debido a su fundación en 1927 la marca sueca acumulaba un evidente prestigio basado en la fiabilidad como bandera.
Un hecho al que sumar la adaptabilidad mostrada en aquellos años difíciles, abriendo la gama por los segmentos de acceso aumentando así las unidades vendidas.
Sin duda una excelente y rentable idea aunque, a decir verdad, se seguía necesitando un modelo capaz de sintetizar la historia de la Volvo aupándola hacia una nueva época. Debido a ello, hacia 1977 la dirección de la marca realizó un completo estudio de mercado con el cual saber cómo abordar la tarea. Un documento que, a la postre, sería la hoja de ruta para el trabajo a realizar por los ingenieros y diseñadores.
De esta manera, la primera característica a tener en cuenta fue la fiabilidad. Algo que, por otra parte, no nos puede extrañar debido a que ésta es, precisamente, una de las principales señas de identidad para Volvo. Prueba de ello fue la participación constante de la la misma no sólo en los rallyes de nieve sino también en pruebas como el Safari. Asimismo, el impacto de la Crisis del Petróleo en los bolsillos de las clases medias exigía crear un automóvil con bajos consumos.
Eso sí, todo ello sin descuidar el confort y el silencio necesarios de cara a emprender sin problemas ni desgaste viajes con kilometrajes generosos. Por último, aquel estudio de mercado señaló la importancia que la seguridad habría de tener en los futuros Volvo. En suma, las conclusiones del trabajo marcaban cómo sólo existiría un éxito en ventas si se acentuaba una personalidad diferenciada respecto a la competencia.
Y sí, lo cierto es que aquello fue todo un éxito. No en vano, si Volvo encontró durante los años ochenta su propio hueco en el mercado fue, precisamente, a una identidad fácilmente reconocible gracias a la apuesta por la fiabilidad y la seguridad. Algo que convertía a cada persona a los mandos de un Volvo en alguien susceptible de contar con un carácter serio, reflexivo y moderado. En fin, desde el departamento comercial se habían hecho los deberes marcando el camino por donde habría de transitar el camino de la técnica.
VOLVO 760, LA BERLINA CON LA QUE VOLVO INICIÓ UNA NUEVA ÉPOCA
Puestos en materia, en Volvo empezaron a moldear aquel nuevo modelo bajo el nombre interno de P31. Y sí, se lo tomaron en serio. De hecho, las pruebas se demoraron por tres años realizando miles de kilómetros bajo todo tipo de condiciones metereológicas a lo largo y ancho de tres continentes. Además, ya que el nuevo automóvil debía aportar un margen de beneficio lo más amplio posible, los más de sus componentes provenían de la serie 200.
En este sentido, las suspensiones, la transmisión y todo el sistema eléctrico se compartían con modelos como el 240. No obstante, en pos del bajo consumo se intentó que el P31 fuera lo más ligero posible, llegando a pesar unos 100 kilos menos que lo marcado en báscula por los serie 200. Asimismo, una nueva apariencia resultaba fundamental de cara a generar la ansiada imagen renovada que se estaba buscando para la década de los ochenta.
Y vaya, sin duda ahí vino la mayor apuesta diferenciadora por parte de Volvo. Y es que, lejos de recurrir a formas suaves y flexibles, la casa sueca escogió un diseño repleto de ángulos rectos con volúmenes muy marcados. En suma, algo completamente original y, a la postre, excelente a la hora de mostrar los valores de fiabilidad y robustez exigidos en la nueva berlina. Asimismo, aquel diseño fue del pleno agrado del departamento financiero; entusiasmado por la economía de fabricar planchas rectas en contraposición de las formas más curvas.
Respecto a las motorizaciones, cuando finalmente el proyecto P31 pasó a serie bajo el nombre de Volvo 760 fueron tres las anunciadas. Un cuatro cilindros con turbocompresor, un V6 con 2.8 litros y un turbodiésel de seis cilindros en línea suministrado por Volkswagen. Es más, en relación a esta última mecánica el 760 equipado con ella llegó a ser el diésel más veloz del momento.
A partir de aquí, el lanzamiento de este nuevo modelo marcó un nuevo rumbo en Volvo. De hecho, no sólo logró relanzar las ventas de la marca, sino también posicionarla dentro de un segmento donde habría de jugar con éxito durante las dos décadas siguientes. Y es que, más allá de la tecnología, en el mundo automovilístico resulta imprescindible contar con buenos analistas de mercado.
Fotografías: Volvo